La verdad es que es divertidísimo. Como tener a un ciempiés dentro de un vaso y presenciar sus esfuerzos por escalar el cristal, mientras se le van cortando, una por una, las patitas. El pobre Mazón se esfuerza, pero resbala cada vez.

Que aquel infausto 29 de octubre en El Ventorro tuvo, dice, “un almuerzo de trabajo”. ¿Con quién? Ay, perdón, fue una comida privada. Le arrancamos una pata. Si era privada, ¿la pagó él? Ahora que me acuerdo, fue en calidad de presidente de la Generalitat. Otra pata menos. ¿La Generalitat pagó la factura? Qué cabeza la mía, “fue una comida del partido”. ¿Por qué no lo dijo antes? “Porque nadie preguntó”. El ridículo mata: le arrancamos tres patas de una vez. ¿La factura la pagó el PP? ¡Claro, claro! ¿Dónde está? No tienen por qué enseñarla. Otra pata que se va. ¿Qué hizo entre El Ventorro y la reunión? “Ir en el coche oficial, conectado en todo momento”. Entonces, ¿cuándo y dónde se cambió de ropa entre que salió a comer y que volvió, como muestran las cámaras...? Ja, ja, esto vale cinco patas. “Llegué a la reunión después de las 19 h”, asegura. “Llegó después de que se lanzara la alerta a las 20.11 h”, dice su vicepresidenta. Otra pata arrancada. “Llegué a las 20.28 h”, murmura el interesado débilmente, agitando las patitas que le quedan. ¿Cómo? ¿Se contradice? En absoluto: “Las 20.28 h es después de las 19 h, ¿no?”. Las patas se le caen solas a puñados. Su partido le echa un cable: su gestión, aseguran, ha sido “un ejercicio de altísima honestidad política”. Gracias, Cuca, pero un ciempiés no puede escalar una pared de vidrio, y menos un ciempiés sin patas.
Contemplar la agonía política de Carlos Mazón es una broma que está durando demasiado
Ya digo: divertidísimo. Y una sabrosa, aunque triste e inútil, venganza para aquellos que nos ponen el corazón en un puño gritando, como gritaba desgarradoramente una mujer en la manifestación: “¡Mi sobrino ha cumplido cinco años en la tumba!”.
Pero no nos enroquemos. Es urgente que dirijamos nuestra atención a cómo prevenir las catástrofes climáticas, que se multiplican en todo el mundo e irán a más, y cómo gestionarlas. En la de octubre, murieron 227 compatriotas nuestros, y ahora hay una nueva alerta meteorológica en Murcia y en Valencia.
Contemplar la agonía política de Carlos Mazón es una broma que está durando demasiado. Señor Mazón: dimita de una vez. Asuma sus responsabilidades, responda ante la justicia. Deje que la clase política, los medios, la ciudadanía, dediquen su tiempo y energías a hacer lo necesario para que no muera más gente.